lunes, 4 de mayo de 2009

La Vuelta

Prendió el cigarrillo al mismo tiempo que se reclinaba hacia atrás con la silla. Se formó una molesta nube de humo con ese olor tan penetrante que tienen los cigarrillos apenas se prenden. Aspiró... o inspiró; no sé la verdad (nunca fumé). Largó el humo por la boca en la dirección opuesta a la que yo estaba sentado. Parte del humo salía por la nariz, o al menos eso parecía. Con su mano libre, la izquierda, hizo un movimiento de pincelada para que el humo se esparciera rápido. Alejó el cigarrillo con su mano derecha, ubicándolo justo por debajo de la silla para que no me molestara. Siempre me molestó el gesto tan egoísta del fumador. Pero por lo menos él tenía la mínima consideración conmigo; seguramente alguna razón había...

-Recién estuve con ella- dijo, antes de llevarse el cigarrillo a la boca.

-¿Con quién?- pregunté intrigado pero sospechando que se trataba de...

-Meri- sentenció,  largando el humo siempre en la dirección contraria a donde yo me encontraba sentado y dejando caer la ceniza en el piso.

La moza que estaba atendiendo en una mesa de al lado, mirando directamente hacia donde estábamos sentados, se percató de la situación y, rápidamente, se acercó con un cenicero que estaba en la mesa contigüa. Tincho y ella se disculparon mutuamente, sin entender ninguno quien había sido el culpable de semejante hecho aberrante: si él por dejar caer la ceniza de su cigarrillo en el piso, o ella por no prever la situación y no haberle acercado un cenicero a la mesa antes.

-Disculpen, acá tienen...- dijo colocando el cenicero en el medio de la mesita, entre los dos vasos de cerveza (el mío siempre más vacío que el de él) y la botella mitad vacía.

-Gracias, perdoná... no me di cuenta- le dijo Tincho, sin mirarla a la cara y haciendo un escaneo completo de la minita.

No muy alta, más bien petisa y morocha con el pelo recogido. Con una sonrisa agradable y una figura altamente proporcionada, quizás exacerbada por el delantal que llevaba como uniforme y que le remarcaba aún más sus atributos; seguramente elegida para ese trabajo por ello y no por su capacidad de servir a los clientes.

-Qué buena que esta la minita... ¿Le viste el orto?- comentó Tincho, a medida que la moza se alejaba.

-Pff... Terrible man...- contesté mientras los dos compartíamos el mismo punto fijo que veíamos alejarse hacia dentro del restaurant.

Tincho siguió llevándose el cigarrillo a la boca. Ahora intercalaba la pitada con un trago de su cerveza, ya no tan fría, dispuesto a retomar lo que quería contarme.

-Ayer la llamé. Le dije de vernos hoy a la tarde para charlar y tomar algo...- me dijo, sin mirarme a los ojos.

-¿La llamaste así de la nada?- pregunté sorprendido. Estaba sentado con los pies apoyados en esas barras que tienen las sillas, con las rodillas casi sobre el nivel de la mesa.

-Sí... venía hablando hace un par de días por MSN, preguntándole cómo andaba y eso...-respondió, fingiendo naturalidad.

-¿Me estás boludeando?- le dije, forzándolo a que me mirara.

-No, pene- contestó, incómodo, ansioso; seguía fumando. Le quedaban 2 ó 3 pitadas más como mucho.

-Y entonces la viste hoy... ¿Qué pasó?- yo estaba atento a lo que me iba a responder. Seguía con los pies apoyados en las barras de la silla, ahora con el vaso de cerveza cerca del pecho, como esperando el momento oportuno para tomar.

-Tomamos un café (ah bue, un café? Nunca te gustó el café caradura...) y nos quedamos charlando un rato- contestó, elusivo. Era evidente que quería que siguiera preguntándole...

-¿De qué hablaron?- insistí.

-Nah, de nada... (siempre la primera respuesta es nada). Le dije que hacía mucho tiempo que tenía ganas de ir a tomar algo con ella, que hacía mucho que no nos veíamos y que quería saber cómo andaba...- respondió, exponiéndose a que le dijera lo que él ya sabía que pensaba. Se le había terminado el cigarrillo. Apoyó el filtro en el cenicero, esmerándose en apagarlo bien. No teniendo con qué distraerse ahora, se sirvió más cerveza (el vaso todavía tenía para un trago más)

-¿Le dijiste de...- tardé en completar la frase. Tincho empezó a tomar de su vaso, al mismo tiempo que me miraba, como si adivinara lo que le iba a preguntar

-...volver? - completé.

-Sé...- contestó mientras apoyaba el vaso en la mesa.

Bajé las piernas. Tomé un poco de cerveza y dejé el vaso ya casi vacío al lado de la botella. Quedaba poco, seguramente él iba a querer una más. Apoyé mi espalda completamente sobre el respaldo y estiré las piernas por debajo de la mesa. No lo podía creer; pero al mismo tiempo era totalmente predecible.

-¿En serio?- pregunté, haciéndome el incrédulo.

-Sí- lo escuche decir, con más firmeza.

-No aguantaste estar 1 año solo- le dije, sonando indignado.

-No estuve solo... Estuve de novio en este tiempo, y salí un par de veces con otras minitas- dijo, tratando de defenderse tontamente.

-¿Volviste? ¿Ella qué te dijo?- le pregunté, ignorando lo último que me había dicho.

-Que lo iba a pensar...- respondió. Al instante le sonó el celular: un mensaje de texto.

-¿Te la apretaste?- lo miré a ver si se sonreía, como siempre hace cada vez que se pone nervioso.

-Sí... jajajaja- rió. Sentí lástima.

Agarró su celular que tenía en el bolsillo del buzo que tenía puesto.

-Me acaba de mandar un mensaje...- dijo sonriente.

-¿Qué te puso?- indagué rápidamente.

Me acercó el celular, se lo veía orgulloso: a mi entender, eso lo hacía parecer más patético todavía.

Me gusto verte hoy. Mañana hablamos. Te mando un beso grande” era lo que decía el mensaje de Meri.

-No pudiste bancarte la decisión que habías tomado,- le dije mirándolo fijamente. –Sos un boludo-

-Puede ser, pero la verdad que la extraño...- repuso al instante. –Todo era mucho mejor cuando estaba con ella... A lo mejor en este tiempo cambió un par de cosas que antes me molestaban y quién te dice...-

-Sos muy cagón- no tenía mejor definición para él. –No podés estar solo-

-Ya sé. Estoy contento igual eh... Podés felicitarme- dijo, creyendo parecer irónico, pero era innegable que lo decía y sentía en serio.

-¿Pedimos la cuenta?- pregunté, obviando lo último...

-Dale, llamá a la minita para que nos cobre...- respondió, sin interesarle mucho que no lo haya dicho nada por su último comentario.

Hice el gesto de la birome en el aire apenas logré hacer contacto visual con la moza. Me hizo un gesto de “dale, ahí voy”.

-Qué buena que está la mina por dioss!- quiso agregar para limpiar el silencio incómodo.

-¿Por qué no te la chamuyas un poquito? – le dije, seriamente.

-No puedo pá...! Estoy casi de novio... Ya fue!-

-Ah bue...-


viernes, 1 de mayo de 2009

Desgaste

“Dale 10.30 en Timbarros”, decía el mensaje de texto de Chelo que me llegó a eso de las 9 de la noche. Como siempre, yo estaba en clase en la facultad y me entretenía organizando vía celular la comida de la semana. No recuerdo si fue un miércoles o un jueves pero estoy seguro que no pudo haber sido ni lunes ni martes ni viernes. La razón es simple: por lo general nos veíamos nuevamente un viernes o sábado, entonces encontrarse un lunes o martes tenía la sensación de ser muy pronto para verse de nuevo. Y un viernes era bastante raro juntarse a comer porque eso nos obligaba a todos a tener que salir o hacer algo después de comer, y la verdad es que ninguno de los cuatro tenía las ganas de comer bajo ningún tipo de presión.

“Hablaste con Tincho y Javo?”, le respondí rápidamente a Chelo.

Sí vienen los dos. Yo no estoy en casa, si no te esperaba. Nos vemos abrazo”, sentenció finalmente el último mensaje de Chelo, quien vivía a unas ocho cuadras de mi facultad y generalmente me esperaba para ir juntos en su auto a Timbarro´s. Recuerdo muy bien este tipo de mensajes de Chelo en los que no se justificaba ni se excusaba, algo raro en él. “No estoy en casa”: ¿acaso no me podía generar intriga dónde estaba? Hacía tiempo que no ponía excusas. A las últimas propuestas de salidas en los fines de semana, simplemente se limitaba a responder “No puedo sory. Abrazo”. No me hubiera llamado la atención en cualquier otra persona, pero Chelo no era así: antes era más abierto y no le daba “vergüenza” decir que se iba a quedar con ella, su novia desde los 17 años. Quizás quedaba implícito que  no estar en casa” o “no poder, sory” era decir “estoy en la casa de ella” o “hoy tengo que salir con ella”, como si estuviera ahorrándome la bronca interna.

La clase terminó un rato antes, a eso de las 10 de la noche. Me tomé el colectivo para Belgrano, barrio donde quedaba Timbarro´s por aquél entonces. En el trayecto del viaje, recibo un nuevo mensaje, intuyendo ya de quien era.

“A las 10.15 en Timbarro´s abrazo” decía el mensaje de Tincho. Resultaba evidente que yo ya sabía, y que el también sabía que yo sabía que nos juntábamos. Pero así era él. No le gustaba que fuera tan tarde, y creía que con ese mensaje me presionaba a llegar más temprano, dado que si comíamos a esa hora era sólo porque yo salía tarde la facultad.

Llegué a la hora acordada, en parte por haber salido antes y también porque a esa hora no hay muchos autos en la calle. Tincho y Javo, que viven a unas escasas tres cuadras de distancia el uno del otro, ya estaban sentados en una mesa que a ninguno le gustaba pero que “si nos juntamos a esta hora, es obvio que va a estar lleno y no va a haber lugar”. Se habían sentado afuera, en frente de la puerta que da hacia la parte de adentro de donde emanaba calor y desde donde se podía ver a la única moza, una mujer de color piel negro, robusta, de pelo enrulado atendiendo todas las mesas. La solíamos llamar “negra do cabello duro”, en alusión a una publicidad muy conocida en su tiempo. Era un personaje bastante particular dado que no se ve mucha gente de color negra en Buenos Aires, y eso le daba un toque especial a Timbarro´s, donde ya nos veníamos juntando hace más de un año casi todas las semanas.

-Y Chelo? No llegó todavía?- pregunté casi al mismo tiempo que saludaba a Tincho y Javo.

-Me mandó un mensaje diciendo que estaba por llegar, que no estaba en su casa- contestó Tincho con cierta ironía.

-Es obvio que está en la casa de ella- sentenció Javo, en lo que fue su primera frase de la noche conmigo presente.

-Sí, a mí me dijo que no estaba en su casa, pero no me dijo dónde. Tengo la sensación de que le da miedo decir que está con ella...- transmití lo que pensé con el último mensaje que me había mandado.

Javo se mordió el labio inferior al mismo tiempo que movía la cabeza de un lado a otro, sentado sobre su espalda en una evidente expresión de disconformidad. Yo ni me había sacado la mochila, ni siquiera sentado, y ya estábamos hablando del tema más recurrente entre nosotros tres, en ausencia de Chelo. Quizás porque sabíamos que en cualquier momento iba a venir y el tema iba a quedar tapado por otros asuntos, quizás menos profundos o no tan dolorosos como la inmersión en nuestras vidas de ella... Y era como que teníamos que aprovechar el tiempo mientras Chelo no estuviera para poder decir lo que ya todos sabíamos, pero que nadie se animaba a decirle.

-Cómo puede seguir con esa mina… Lo maneja,  hace todo lo que ella le dice!- agregó Tincho, ya encaminado a expresar todo su resentimiento.

Al rato que me senté, apareció la negra do cabello duro y para aprovechar el tiempo y no tener que esperar quince minutos hasta que pueda acercarse de nuevo, pedimos una cerveza, una stella como a Tincho le gusta, no por sabor sino más por la imagen que vende. Javo se pidió un agua porque era su costumbre no tomar nada durante la semana, al menos no para comer y menos teniendo facultad al otro día a las ocho de la mañana.

Eran las 10.50 y Chelo no había llegado todavía. Era bastante inusual que llegara tarde y peor aún que no avisara. A Chelo se le podía objetar cualquier cosa en cuanto a las salidas de los fines de semana, pero nunca jamás faltó a ninguna de las comidas entre semana. Tincho lo llamó desde su celular, a ver si le había pasado. Pero le atendió directamente el contestador: tenía el celular apagado.

-Es obvio que está con la mina...-dije, indignado.

-Cómo no va a avisar!? Además fue él quien organizó, no da que llegue tan tarde. Yo mañana me tengo que levantar temprano- reprochó Tincho, buscando la aprobación de Javo, que hasta el momento se había limitado a mantener su expresión anterior, pensando lo mismo que todos: Chelo se quedó discutiendo con ella porque se juntaba con nosotros y, de manipuladora que es, lo demoró a propósito.

-Vamos viendo qué pedir?- interrumpió Javo, en lo que fue su segunda intervención desde que yo había llegado.

-Dale, de qué quieren?- pregunté.

-A mí me da igual cualquier cosa. Pidamos una grande y una chica para los cuatro, es obvio que tiene que venir Chelo- agregó Tincho.

-Por mí una grande de napolitana y una chica de jamón- propuso Javo.

Tincho y yo accedimos naturalmente. Segundos después de asentir vimos la figura alta de Chelo entrando por la puerta, entre apurado y ansioso por la hora que era. A medida que se acercaba a nuestra mesa pude ver su típica expresión lánguida y preocupada mientras con su brazo derecho se tocaba repetidamente su pelo enrulado: el típico gesto que nos mostraba que Chelo estaba incómodo, seguramente por haberse demorado tanto.

-Hola... Sory, sory. Me llamaron? Me quedé sin batería, no pude avisarles que estaba llegando tarde. Sory- se justificó inmediatamente con los tres mientras se agachaba uno por uno a saludarnos con un choque de caras.

-Pero qué te paso?- preguntó Tincho, entre curioso y enojado. Eran las 11 y 10. Chelo estaba acomodando la silla que había sacado de una mesa vacía, sentándose a mi lado, enfrente de Javo.

-Nada... Me peleé toda la tarde con Euge- respondió directamente, sin vueltas.

Euge era ella. Se podía ver en el rostro de Chelo una expresión entre triste y nostálgica. En el principio de su relación, unos cinco años atrás era común que nos contara sus peleas con ella. Pero hacía mucho tiempo que ya no compartía con nosotros los detalles de su relación y sólo se limitaba a responder Todo bien ante la insistente pregunta: “cómo va todo con euge?”

-Pero estás bien?- le pregunté, percibiendo que tenía ganas de contarnos.

-La verdad que no. Me cortó- dijo, sollozando.

Al mismo tiempo que Chelo confesaba lo que lo había tenido demorado, la negra do cabello duro interrumpe abruptamente.

-Y chicos, ya saben qué van a pedir?- pregunta, sin saber ni sentirse desubicada por lo que acabábamos de escuchar.

-Sí-respondió rápidamente Javo. Tincho y yo lo miramos sorprendidos: estaba inmutado.

-Una grande de napolitana y una chica de jamón. Y otra cerveza por favor- 

La Parada

al 108

Podés creerlo? Dos colectivos seguidos. A vos te parece?

Y bueno... Qué querés que haga? Vos también perdés mucho tiempo para salir.

Sí, puede ser... PERO DOS COLECTIVOS. Puedo entender que me pierda uno; llegar justo a la esquina y que se esté yendo. Pero que pasen DOS en frente de mi cara y además sabiendo que ya estoy llegando tarde.

A lo mejor, ahora viene uno rápido y vacío. Quizás tengas suerte.

No... esas cosas ya no me pasan. Sé que voy a tener que esperar quince minutos más hasta que venga el próximo. Y ahí sí, con suerte, voy a conseguir un lugar para sentarme, pero al fondo; justo encima del motor y me voy a morir de calor. Porque esa me pasó un par de veces: me subo, veo gente parada pero al mismo tiempo veo que hay lugares libres. Y pensando solamente en el beneficio de poder sentarme, de poder leer tranquilo, o de hasta poder quedarme mirando hacia la nada, corro hacia el fondo  para ubicarme en el lugar vacío. Y ahí recuerdo: qué calor la pu...

Y me vas a echar la culpa de eso? Qué tengo que ver YO con eso?

Nada... Te estaba contando.  No es mi idea culparte de todo che... Después me decís que no te cuento nada, que no te llamo, que no te doy bola.

Bueno, está bien. Es que por lo general siempre estás remarcando todas las cosas negativas que te pasan y cuando me lo contás parece que te estuvieras desquitando conmigo.

Es que sí y no... En parte vos me podrías ayudar un poco. No te cuesta nada.

Cómo? Trayéndote un colectivo vacío? Avisándote cuanto falta para que venga el próximo? Diciéndote si tiene o no lugares libres y qué lugares libres?

Bue, ya estas exagerando. Ves que te tomás todo muy en serio vos.

No me lo tomo en serio. Estoy cansado de que me eches la culpa de todo.

No te echo la culpa de nada. Te quiero explicar cómo todas estas cosas me predisponen a estar de mal humor. Fijate ahora la gente que está acá en la parada con nosotros esperando el próximo colectivo... Todas viejas, canosas y gordas. Las tengo que dejar subir antes que yo? Siempre me lo pregunto y para ahorrar tiempo aplico una teoría.

Una teoría? Cuál?

Son viejas que no han sabido sembrar el amor en sus años de juventud y adultez para que el día de hoy tengan un sobrino, hijo, nieto, primo, hermano, hermana, amigo, etc. que se ofrezca a llevarlos en casos como estos.

Te das cuenta de la estupidez que estás diciendo? No tiene nada que ver. Seguramente éste sea el único medio de transporte que pueden utilizar, por recursos, por movilidad o porque aquellos que podrían llevarlas no pueden porque tienen otras obligaciones.

Sí.  Y qué? Lo tendrían que dejar todo por ellas: sus queridas viejas gordas. Porque yo ahora me encuentro en la disyuntiva de tener que dejarlas subir a estas tres que están acá, por culpa, por ese no sé qué de la buena educación y SEGURO que el colectivo va a estar lleno, o JUSTO van a haber tres lugares para que se sienten y yo quede parado. O peor: tres asientos y un cuarto lugar EN EL FONDO.

Te hacés tanto problema esperando un colectivo?

Te parece poco? Tengo que leer mil cosas y acá es cuando mejor aprovecho este maldito tiempo muerto para ponerme al día con todo lo que tengo que estudiar. Viajar sentado y leyendo al mismo tiempo es muy útil para mí. Porque si viajo parado ya no me puedo sentar porque se empieza a subir gente, y más gente. Y uno tiene que estar muy predispuesto a armar la mejor estrategia para conseguir lugar. Si no, estás condenado a viajar parado TODO el viaje.

Estrategia para sentarte!?

Sí, obvio. Depende de la disposición de los asientos del colectivo. No es lo mismo uno viejo que uno nuevo. En primer lugar porque los nuevos traen menos asientos por esta moda del piso super bajo para discapacitados. Hay todo un espacio desaprovechado para gente con sillas de ruedas que JAMÁS vi subirse a ningún colectivo.

No puedo creer que seas tan insensible. No entiendo. Las viejas primero y los discapacitados ahora?

Sí. Para ambos es el mismo caso. Uno recoge lo que siembra. Es evidente que ambos no han sabido sembrar como corresponde. Y no es de insensible, ya te dije que me quiero descargar, no puede ser que me juzgues todo el tiempo.

Pero parece que estás desvariando un poco... No te podés quejar de que haya espacio para discapacitados o para dejar pasar o sentar a una viejita en el colectivo.

Sólo las dejo sentar cuando estamos en la competencia de un lugar para sentarnos. Es decir, si estamos viejita y yo parados compitiendo por descubrir quién se baja primero yo SIEMPRE adivino, pero me dejo perder... dejo que la viejita se siente. Tampoco soy tan insensible...

Ah. Entonces no las dejás subir primero, te quejás del espacio destinado para discapacitados pero cuando están mano a mano para sentarse en algún asiento está todo bien?

Y sí... En el fondo me dan lástima...

Mirá, ahí viene el colectivo.... Mejor subí y después hablamos.

Gracias por bancarme.

Nota: el interlocutor se subió primero al colectivo, y luego subieron las otras tres señoras. Había un sólo lugar libre en el colectivo: al fondo.